Que entren los que quieran, todos somos bienvenidos

QUE ENTREN LOS QUE QUIERAN, TODOS SOMOS BIENVENIDOS.
Una reflexión sobre la actitud chilena con el ciudadano inmigrante



Por Paloma Galindo Oñate.


Quisiera empezar este artículo bajo la premisa <<Ningún ser humano es ilegal>>, bajo la perspectiva de derecho que dice que <<Todos los hombres y mujeres somos iguales en dignidad y derechos>> y bajo el concepto cristiano/franciscano de que <<Somos todos hijos de un mismo Padre>>.

En los últimos meses (son años en realidad, pero se ha notado más en los últimos meses) ha ocurrido un fenómeno social el cual se ha desencadenado puesto a la gran cantidad de personas que han llegado al país - <<inmigrantes>> para quienes quieran etiquetar-.

Se ha comentado tanto en redes sociales como en los medios de comunicación este fenómeno, ya que se nota que la gente del país no está acostumbrada a relacionarse con gente que no parezca de su color - lo digo así porque nos discriminamos hasta entre nosotros mismos- y en base a eso, empieza a haber una especie de "fiebre xenofóbica" en la cual algunos se creen superiores en todos los sentidos frente a aquellos que no comparten ni su mismo acento y mucho menos su mismo idioma (cabe mencionar que sólo discriminan si de kreol se trata), además de pensar que sólo vienen a "robarnos la pega".

Frente a esta contextualización, por ahora me gustaría centrarme en los <<xenófobos>>-sí, iré en contra a mi postura y etiquetaré a estas personas- y aunque no creo que sea su culpa, sino que esto radica a un tema mucho más medular, como lo es el sistema capitalista y mercantil el que nos hace preocuparnos de nosotros mismos sin importar lo que ocurra a mi lado. Pero bueno, con respecto a esas personas a quienes etiqueté para poder dirigir el tema central, me gustaría que reflexionáramos algunas preguntas ¿Me gustaría que me trataran así en un lugar donde soy nuevo y no comprendo mucho su articulación? ¿Estaría dispuesto/a yo a que se rieran de mí sólo por el hecho de aparentar ser "diferente"? En lo personal, he reflexionado bastante sobre el tema y lo único que me causa es pena y rabia. Sí, porque no me gusta ver como gente sufre sin motivo alguno, ya que supongo que cada quien tiene sus razones para estar en la ciudad que está, en el país que reside independiente de su nacionalidad, todos tenemos el derecho a ser llamados ciudadanos, y por lo tanto, tener igualdad de derechos y dignidad -ambos aspectos inviolables según la declaración de los Derechos Humanos-.

Me llama mucho más la atención desde una perspectiva cristiana y franciscana, puesto a que suelo escuchar cómo la gente saliendo de la iglesia se refieren al "negrito que vende en el negocio, el negrito que barre por la municipalidad, el negrito que me sube el bolso al bus” entre otros y créanme que no porque esté en un diminutivo es menos violento o menos discriminativo. Me da pena ver el cómo mucha gente trata de comunicarse correctamente en español, cuando llevan recién un par de meses conociendo el idioma, y las mismas "costumbres" de este nuevo lugar, intento muchas veces fallido.

Por otro lado, según algunas estadísticas, existen más <<inmigrantes>>  chilenos en otros países que <<inmigrantes>> en Chile, por lo que, y apoyando la idea antes expuesta, nos seguimos discriminamos entre nosotros mismos, no practicamos la empatía ni entre "chilenos". Y lo que más me da pena de esto, es que no nos apoyamos entre nosotros mismos, todos somos pueblo, y estamos oprimidos bajo el mismo sistema controlador, y si es que nuestro país es el "mejor" de Latinoamérica, es porque el resto está demasiado mal. Que no se nos olvide nunca que pase lo que pase <<Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unido>>. Que no se nos olvide que debemos generar esta unión latinoamericana, bajo la premisa de que somos compañeros y por sobre todo hermanos, que no se nos olvide que el sufrimiento del otro es el motivo de mi lucha por un mundo mejor, que no se nos olvide que debemos <<amar a los otros como a nosotros mismos>> (aunque si lo vemos así, parece que nos odiamos bastante), y por sobre todo, como chilenos, que no se nos olvide nuestra historia.

Pues bien, por otro lado, quisiera dirigir esta manifestación hacia el otro lado, los que vienen, esos etiquetados <<inmigrantes>>.

¡Que valentía llevan en la sangre, querido/a hermano/a! Dejar todo atrás para comenzar de nuevo, para trazar nuevos horizontes y conquistar todas las fronteras, que valentía al dejar casa y familia lejos por querer brindarles una vida mejor, que valentía tiene usted al llegar a un lugar donde no entiende ni su sistema monetario y mucho menos sus modismos y costumbres. Valiente usted quien debe soportar que gente extraña lo ningunee y discrimine a destajo, que valiente usted que, independiente de lo anterior, sigue luchando por sobrevivir.

A usted que viene de lejos, quiero decirle: Bienvenido y gracias por llegar hasta el fin del mundo, gracias por venir a nutrirnos de su cultura que muchas veces nos hace falta, espero encuentre el respeto que se merece y prontamente pueda sentirse como en casa.


Para finalizar, quiero hacer hincapié en no olvidar que antes que todo, somos personas y nos merecemos el respeto y dignidad de ser tratados como tal, aquí nadie es más o menos, aquí nadie tiene que ser discriminado por hablar en un acento o idioma diferente, aquí nadie tiene que ser discriminado por tener color de piel distinto al mío, aquí nadie tiene que ser olvidado. Aquí pueden entrar los que quieran, porque todos deben ser bienvenidos.

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