Estamos a punto
de dar término al mes de María y me parece que no está de más recordar qué
lugar ocupa María en la historia, así como identificar cómo se va asentando su
culto en nuestro continente.
María destaca en
la historia por su “sí”, que está cargado de valentía, fidelidad, inocencia,
amor y responsabilidad, ya que con su sí acepta convertirse en la Madre del
Dios humano, pero también en la madre del pueblo que busca amor, comprensión y
justicia, y con ello me refiero a los pobres, desclasados o fuera de orden
social de aquel momento.
María es
valiente, ya que su sí iba a tener consecuencias irremediables para sí misma y
para terceros, como José. Recordemos que, en aquel tiempo y tipo de sociedad-
oriente medio- tener hijos fuera del matrimonio suponía escarnio público y
muerte segura, pero en nuestra historia a María no le sucede nada de esto
porque José se suma al plan de Dios, a pesar de sus dudas. Todo esto gracias a
la fe de José, que confía en la voluntad del Padre, pero también por la determinación
de María, que más allá de sus miedos, medios económicos y situación conyugal
decide “aperrar”.
Y este “aperrar”
sin duda que es fruto de su fidelidad, obediencia y amor a Dios, ya que María
acepta a Jesús en su vida como madre, pero por sobre todo como mujer creyente,
que se deja llenar plenamente por Dios. Así, María ante todo confía su
decisión, sus miedos y dudas a Dios.
Ahora bien, tras
dar a luz a Jesús termina sucediendo que María se convierte en la madre de los
que se iban uniendo a Jesús – personas sin orígenes destacados, ni riquezas,
sino más bien todo lo contrario, de situación precaria y humilde- como bien lo
expresa Juan al narrar que “Cuando Jesús, viendo a su madre y junto a ella al
discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego
dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” (Juan 19, 25-27).
De ahí que
María, “madre de toda bondad”, adquiere el rol de madre del pueblo de Dios; del
pueblo afligido, pobre, precisamente por su predilección por la sencillez y pobreza.
Francisco entre las varias denominaciones que le daba a María, la llamaba la
“Señora Pobre”, en la medida que el estilo de vida pobre y humilde elegido por
María es la concretización de la pobreza de Cristo, como queda en evidencia a
su Carta a los fieles: “Y siendo Él sobremanera rico, quiso, junto con la
bienaventurada Virgen, su Madre, escoger el mundo de la pobreza (2 CtaF 5, en
K. Esser, 1980, pág. 299).
¿Cómo se
relaciona esta historia con la de América Latina? ¿De dónde emerge el culto a
María en nuestro continente?
El culto a María
emerge en nuestra historia durante el período de colonización. América Latina
se caracteriza por el encuentro violento entre el español y el indígena, y ello
incluye a las mujeres, que se tuvieron que enfrentar a un español dispuesto a
ejercer fuerza sobre sus cuerpos, o a desplegar sus encantos, para saciar sus
deseos [1].
Resultado de
esta práctica: continente mestizo, cuyas capas inferiores del orden social se
caracterizan por la presencia del “huacho”, del “sin padre”, de los “hijos de
la chingada” o de la “malinche”, donde prevalece la figura materna y su
familia.
En este
escenario adverso, María cumple un rol conciliador y reivindicador, ya que la
“bendita entre todas las mujeres” viene a limpiar el origen manchado por la
violación, en la medida que su aparición a indígenas como el mexicano Juan
Diego y a tantos otros de Latinoamérica, resulta una suerte de “refugio y
consuelo de una condición histórica que se quiere negar”[2].
Ella que es pura, jamás violentada y representada como virgen, viene a ofrecer
una mirada dulce, amable y misericordiosa a nuestro pueblo, que ha tenido que
padecer tantas carencias y dolores, convirtiéndose en el referente “madre” por
excelencia.
Además, su
imagen viene a reafirmar la figura de la mujer latina, que “aperra” y saca
adelante a sus hijos y familia, más allá de los sacrificios que ello suponga.
De ahí que el culto a María se asiente y reproduzca en buena medida por
mujeres, que se sienten identificadas con esta mujer, y a la vez acuden a ella
para sacar fuerzas cuando la vida se empieza a venir abajo. En este contexto,
la transmisión de generación en generación
Espero que este
breve recorrido por la historia de María nos haga ser más conscientes del
ejemplo de mujer que es, ya que desde su sencillez, humildad y bondad ha
logrado calar en lo más profundo de miles de corazones. Así también, espero que
estas líneas nos ayuden a ser conscientes y agradecidos de las marías del
continente, que dan lo mejor de sí para sacar a sus hijos, o causas igual de
legítimas – violencia infantil, de género, etc.-, adelante.
Los errores del
pasado no se deben volver a comentar, y en esta línea sin duda que la violencia
contra ellas se debe denunciar y abordar desde el aparato gubernamental, pero me
gustaría pensar que de igual manera la mirada bondadosa- siguiendo el actuar de
María- sobre aquellos que agreden, aunque cargada con
algo más que corrección fraterna, puede generar un cambio, que nos ayude a
comprender y afrontar las situaciones de abuso.
Marioly Torres.
Comentarios
Publicar un comentario